Semana 2 (para 3), y apunta para largo

Por JAVIER DOMÍNGUEZ

Periodista

Reconozco que me equivoqué en mis primeras percepciones. El documento del PNV que analizamos en este blog y que pensaba podría desbloquear (al menos, de cara a la sociedad) las negociaciones para el futuro Gobierno Vasco... ha quedado en nada. O no: tal vez haya servido como aldabonazo en cuatro conciencias, pero en lo mediático ha sido fagocitado por idas y vueltas, dimes y diretes, mensajes optimistas y sus correspondientes antítesis. Vamos, que no ha tenido mucho recorrido.

El PNV hizo su ronda de negociaciones, y el PSE la suya. El PNV no fue a la del PSE porque aseguró que no tenía nada que hablar con los socialistas. Creo un error no haberse sentado siquiera con sus representantes: ¿no habíamos quedado en que el diálogo era básico en esta nueva etapa? Pues mal empezamos.

Ibarretxe, por su parte, en una entrevista a Radio Euskadi, se mostró más bien desencajado, con los papeles perdidos y recurriendo en exceso a elementos humanos que rozaban el patetismo. Vamos: poco o mal asesorado en lo comunicativo. El “golpe institucional” no era un mensaje que hubiera calado, pero tiene aún menos fuerza si se trata de subrayar con lo que pareció más una pataleta que una posición coherente.

Los números siguen sin cuadrarle del todo al Partido Socialista. Seguro que sería menos difícil si entre ellos, Aralar y EB sumaran los 38 escaños necesarios. Podría venderse como la trasmutación a Euskadi del Govern d’Entesa catalán. La legitimidad del cambio sería la legitimidad de la izquierda. Pero la necesidad de un pacto contra natura con el PP, sea para la investidura de Patxi López o sea para sostener un Gobierno, es más complejo de trasladar a la sociedad.

Y eso que, en Madrid, ya han dicho que Euskadi is different, y que no valen los parámetros convencionales de la política cortesana. Sin embargo, los fantasmas de las dos Españas, la de la derecha y la de la izquierda, son persistentes y están demasiado clavados en muchas meninges. El PSE trata de espantar a los ectoplasmas diciendo que no le deberá nada a la derecha; y el PP, fortalecido por los resultados gallegos y su papel decisivo, quiere que se le deba. Por eso se dilata tanto el proceso. Por eso Ares lo cuenta como si ya estuviera hecho, y el PP le responde diciendo que de eso nada, que hay que pasar por caja. La imagen no es coherente, por desgracia para López, a quién con cosas así le lastran el Gobierno antes siquiera de tenerlo en sus manos.

Entre el "golpe institucional" y la "legitimidad del segundo votante", quien mejor está vendiendo a la sociedad su posición son el Partido Popular y Antonio Basagoiti. Por un lado, soltó el mensaje con gracia y accesible a todo espectro social: "El PSE me quiere para la noche de bodas pero no sé si se irá con otra". Pero, después, el lema político, el fortalecimiento de la propia posición: “El PP es quien quita y pone lehendakari”. Más gráfico, imposible.

Quizá, por sacarle un pero, la frase de Basagoiti podría haberse pulido más como eslógan. Quiero decir: ¿no habría sonado más constructivo decir que “el PP es quien puede poner a uno u otro lehendakari”? Parece igual, pero no es lo mismo: al menos, no en las formas. Es distinto decir que se decide quién gobierna que decir que son la llave de un “quítate tú para ponerme yo”.