Por ANTONIO ELORZA
Publicado en El País
Al abrir El ingenio de Manuel Moreno Fraginals, estudio clásico sobre la historia económica de Cuba, el lector tropieza con dos citas procedentes de otros tantos historiadores: "Sin el azúcar no hay patria", dice una. "Por el azúcar no hay patria", reza la segunda. Algo parecido cabría escribir de las recientes elecciones vascas, desde el ángulo del PNV. "Sin Ibarretxe no hay éxito", por un lado. "Con Ibarretxe no hay Gobierno", por otro. Los recientes comentarios sobre el resultado electoral tienden a lanzar la pelota hacia el terreno de Patxi López, pero en realidad la causa del bloqueo de la situación se encuentra en el campo nacionalista. Eso sí, resulta fácil pensar que los datos electorales arrojan un triunfo del PNV, por contraste con el fracaso de Ibarretxe por no contar con los escaños imprescindibles para ser presidente. Consecuencia: bastaría con prescindir del político alavés para reeditar la alianza PNV-PSE que dio estabilidad al País Vasco tras las complicadas elecciones de 1986.
El pequeño problema es que los buenos resultados del PNV se deben a la popularidad de Ibarretxe y a su excelente campaña. Y ni él va a renunciar a su papel de líder indiscutible del nacionalismo democrático, ni el partido está en condiciones de exigírselo. Todo su comportamiento desde vísperas de las elecciones, incluidos sus gestos, ha tenido por objetivo presentarse como líder natural e insustituible de Euskadi. A los votos tocaría sólo confirmarlo. Así que cualquier pacto con el PNV implica aceptar de antemano la continuidad del presidente. Por otra parte, Ibarretxe tiene escrita en su ejecutoria y en el programa electoral la puesta en práctica del "derecho a decidir" para "los vascos y las vascas" (léase consulta de autodeterminación) convergente con ETA, amén de otras perlas: rechazo de la Ley de Partidos negando los frutos bien visibles de su aplicación en nombre del "diálogo", condena de las ilegalizaciones del entorno político etarra porque no han de ser ilegalizadas "las ideas", balance nulo en la persecución de ETA por la Ertzaintza, y probada vocación de equiparar la situación de las víctimas del terror con "el sufrimiento" de quienes las provocan. ¿Cómo pueden aceptar los socialistas apoyar, y menos participar, en un Gobierno encabezado por un político aferrado a tales posiciones? Hablar en abstracto de PNV, Gobierno vasco y PSOE como si estuviéramos en presencia de sujetos políticos normales en un escenario normal, es una forma de no entender nada.
El PNV lo prueba además día a día. Ya desde antes del 1 de marzo anunció que consideraría ilegítimo todo Gobierno sin su presencia, y esa actitud se ha reforzado al confirmarse como primer partido vasco, "victoria" que a su juicio debe mantenerle en el poder aun cuando le resulte imposible lograr la mayoría parlamentaria. De nada valen para la dirección del PNV los antecedentes en toda España y a nivel mundial sobre el funcionamiento de la democracia representativa, en el sentido de que son las mayorías, y no las esencias patrias, las que designan los Gobiernos. El PNV está comportándose al modo de un partido de vocación monopolista en la democracia, y no un verdadero partido democrático. La aplicación de las reglas democráticas, de ser favorable a los no abertzales, es vista por su presidente Urkullu como una agresión. Más aún, representa "un golpe institucional".
Lamentablemente para todos, Sabino Arana vive, lo cual refuerza la idea de que sólo habrá verdadera democracia en Euskadi cuando deje de imperar la consideración abertzale de que los otros, los que de fuera vinieron, carecen de derecho a la plena ciudadanía, y por tanto al ejercicio del poder. Y eso sólo es posible con el PSE en Ajuria Enea.
Por supuesto, Patxi López lo tiene difícil, ya que comete la transgresión de proponerse gobernar si cuenta con mayoría en el Parlamento de Vitoria, ignorando que en Euskadi el poder es patrimonio de los auténticos vascos. No son sólo palabras. Al modo de la labor de acoso y derribo de Berlusconi en Italia de 2006 a 2008, el PNV intentará montar un cerco al nuevo Gobierno, respaldado por las movilizaciones de la constelación pro-ETA. De demócratas, como se está viendo, poco. Por parte socialista no cabe otra salida que insistir en que su ocupación del Gobierno, a partir de los 25 diputados propios, está lejos de proponerse un vuelco en las relaciones de poder y busca en cambio la conjunción, un modelo de construcción nacional integradora, frente al País Vasco hoy escindido entre los abertzales dominantes y quienes no lo son. (vea el artículo original)
Nada nuevo en Elorza. Me sorpenderá el día que en sus análisis deje de zumbar al nacionalismo. No dice nada, por ejemplo, de las contradicciones de López al pretender un gobierno "trasvarsal" pactando con el partido popular, o de como ha ido cambiando en campaña el criterio para ser Lehendakari.
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