Ninguno de los candidatos que se presenta a las elecciones el próximo día uno de marzo destaca por su carisma personal, lo cual no impide que sean mejor o peor valorados por los ciudadanos y que posean virtudes valiosas para gobernar la CAV. Eso sí, con matices. Por ejemplo, a Ibarretxe le dejaría que llevase la contabilidad de mi casa y con Patxi López me iría a cenar una buena chuleta. Con Basagoiti tocaría el timbre de los vecinos a las seis de la mañana, en plan gamberrete, después de tomar unos gin tonics en Bataplán, y con Ezenarro charlaría de política tomando un café un buen rato.
Distinguirse por una personalidad especial capaz de hipnotizar a las masas suele ser sintomático de una sociedad acrítica y manipulable o próxima a escenarios pre revolucionarios. Pensemos en Hitler y la Alemania nazi o en Musolini. Por lo tanto, uno cree que los dirigentes vascos son más recomendables que los embaucadores de otras épocas. Como decía Le Bon (1952), “la devoción de hombres y mujeres jamás se ha otorgado a hombres benévolos, sino a tiranos que los oprimían vigorosamente”.
Los países modernos necesitan buenos gestores y no trapisondistas. Y mucho menos, iluminados. El perfil de los candidatos carismáticos pertenece a otra época, a pesar de que aún perviven notables cabecillas con la testa bien amueblada. Véase Gallardón; pero como él mismo dice: "Yo soy un verso suelto". Lo dicho: una excepción.
Y aquí es donde muchas empresas de comunicación siguen errando cuando diseñan las campañas electorales: tratan de crear una imagen del candidato que no se corresponde ni con la forma de emitir los discursos ni con la pose natural de la persona. Tierno Galván o Xabier Arzallus habrán ahorrado mucho dinero a sus partidos cuando ejercían la política porque se mostraban como pensaban. En cambió, uno ve a Basagoiti saliendo de la playa con un frío que pela, y, como decía antes, a este no le votas ni aunque te pague la merienda, aunque sí saldrías de fiesta con él porque seguro que le acompañan chicas guapas con olor a colonia cara.
Rosa Díez, al margen de las filias y las fobias que genere o de la ayuda mediática que le ofrecen, es una privilegiada: ha creado una imagen de mujer con poderío y además le acompaña el físico. No por ser atractiva, sino por mostrar vitalidad y tenacidad en el discurso.
Por último, quiero resaltar que Obama, al que todos tratan de imitar, no es un líder carismático (por lo menos a la vieja usanza). El presidente americano lo tiene todo: buena planta, brillante intelectualmente, buen orador y, además, una boca con unos dientes que transmiten honestidad. Nada que ver con Hitler, Musolini, Milosevic, Mao Tse Tung…
Losantos, a ti Basagoiti te da envidia porque va con chatis que están como Dios.
ResponderEliminarFalta decir al final que AFORTUNADAMENTE ningun lider es tan mesianico como los Hitler o Mussolini...
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