Por JUAN JOSÉ DOMÍNGUEZ
Politólogo y analista político
Politólogo y analista político
La crisis económica aparece en todos los estudios sociológicos como la principal preocupación de los ciudadanos vascos. Por tal motivo, los partidos políticos tratan de convencer a los votantes de que ellos tienen el mejor programa electoral para enfrentarse al paro, apostar por la I+D+I y mantener el tejido industrial de Euskadi.
Es decir, la gestión de la economía se ha convertido en el eje de la campaña electoral, aunque sin pasar por alto otras cuestiones que preocupan a los ciudadanos, como la vivienda o la violencia de ETA.
Pues bien, desde un punto de vista del voto racional, Ibarretxe parte con ventaja respecto a los demás candidatos para enfrentarse a la debacle financiera que inquieta al mundo entero, puesto que durante la pasada legislatura centró y apostó por transformar la economía manufacturera, cada vez más obsoleta, por una del conocimiento. El resultado objetivo resulta evidente: el desempleo en la CAV es del 8,3% y en España del 14%.
Ahora bien: el día de las votaciones, ¿cómo influirá el voto racional en los electores? A priori, uno puede pensar que las decisiones de los vascos basadas en el coste-beneficio de los intereses personales y el lugar que ocupa la preocupación por el desempleo influirá, y mucho (a favor del PNV). Pero esta interpretación, como apuntaba Down en “La teoría de la elección racional” (1957), queda muy simplificada.
Todos nos acordamos con dolor de cómo el 11 de marzo de 2004 el ataque terrorista de Al Qaeda cambió el rumbo de unas elecciones que se presentaban muy igualadas entre el PSOE y el PP. Ningún proceso electoral queda exento de fenómenos imprevisibles, y menos en Euskadi.
Además, el comportamiento electoral de la ciudadanía ha variado sustancialmente. Hemos pasado de un “voto cautivo”, en el que los partidos contaban con un grupo compacto de fieles, a una masa independiente que se manifiesta en las urnas de forma dual: dependiendo de la convocatoria opta por una u otra formación política. Es lo que ocurrió en las pasadas elecciones generales con la abrumadora victoria del PSOE en los tres territorios. No obstante, todo apunta a que ahora saldrá beneficiado el PNV, por cuanto lo que se decide afecta de un modo más cercano a la sociedad vasca. Y, sobre todo, porque la personalización de las campañas, en las que la figura del candidato pesa más que los grandes principios de los partidos, favorece a Ibarretxe, cuyo nivel de formación y reconocimiento supera con mucha ventaja o los demás rivales.
Pero, por la misma razón que señalaba antes, la mediatización de la campaña y el candidato, fuera de la CAV, juega a favor de Patxi López. No creo que el lehendakari reciba apoyos de ningún gran medio de comunicación de Madrid. Y no lo olvidemos: la lógica del espectáculo convierte a un porcentaje elevado de los votantes en “agrupadores de ideas” condicionados por los mensajes de las televisiones, radios y periódicos estatales. Y no por criterios racionales. Sino emocionales.
La racionalidad tiene un límite: informarse cuesta, existen barreras cognitivas en las personas y no todo el mundo presta el mismo interés por las cuestiones políticas; y más, si se sobreinforma. Se admitirá, pues, que no vivimos en una democracia ilustrada, sino en una democracia de audiencias; así, la elección racional durante los procesos electorales sólo nos ayuda en parte para valorar y descifrar ciertas conductas. Pero no como un análisis único y definitivo.
Quedaría por indagar el efecto del voto estratégico, del voto útil, los electores biconceptuales (Lakoff), los factores ambientales y psicosociales, la proyección de la campaña en la red virtual… De momento, ya vemos que la elección racional y emocional juega un papel notable con crisis económica o sin ella.
© Juan José Domínguez colaborará con este blog
durante toda la campaña
Me gustaría saber por qué alguien califica un artículo bueno, malo o regular.
ResponderEliminarPor ejempl, este me parece aceptable. Muy didáctico.
El único voto racional, Ibarretxe.
ResponderEliminarPorque si pensamos bien, es el gestor que nos conviene.