Debate sí, debate no...

Por MIKEL OTAEGI

Comentarista político

Debate sí. Y debate no. Habrá debates electorales, dos, porque el consejo de administración de EiTB los ha aprobado. El formato es similar al de años anteriores: uno de ellos será en español, con todos los candidatos a lehendakari cuyos partidos han tenido representación parlamentaria en esta legislatura y vuelven a presentar listas electorales (ni D3M ni Askatasuna podrían estar presentes en el debate); el otro, en euskera, con representantes de esos mismos partidos (no los candidatos a lehendakari, porque un debate por señas queda feo).

Pero no es seguro que haya, hoy por hoy, un debate cara a cara entre los dos candidatos con más posibilidades de hospedarse en Ajuria Enea, Juan José Ibarretxe y Patxi López. “Es el debate que interesa a la sociedad”, argumentan los socialistas. Pero el PNV, sin decir ni que sí, ni que no, ni que todo lo contrario, prefiere que este asunto sea tratado en distintas reuniones entre partidos, para consensuar la “fórmula idónea”. Mientras tanto, mantienen que el mejor de los debates es a tres bandas, entre Ibarretxe, López y el candidato del PP, Antonio Basagoiti.

¿Por qué suscitan tanto interés los debates electorales? Los expertos en comunicación política reconocen que, tras años de estudio e investigación, no han encontrado casos significativos en los que un debate haya modificado el voto de manera notable. El cara a cara electoral que es, aún hoy, el más conocido es el primero televisado, el que enfrentó a Richard Nixon y John F. Kennedy en 1960. Sólo consiguió que el 6% de los votantes cambiaran el sentido de su voto tras el debate.

En España, los debates televisados tampoco han incidido en el voto. Pero sí se ha dado un cara a cara que ha minado el futuro político de uno de los contendientes: el debate económico entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro en Antena 3. El vicepresidente del Gobierno llevó al adversario del PP a su terreno, sustituyó la relación entre iguales que se establece al principio de los debates por una relación similar a la que comparten maestro y pupilo. Solbes fue el maestro, claro. Pizarro, que pretendía hablar para el pueblo llano, acabó discutiendo sobre términos económicos que se le escapan a la mayoría de la audiencia. La imagen de Pizarro se desinfló de la noche a la mañana.

Eso son los debates: juegos de imagen. Captan audiencias masivas, tienen un amplio reflejo en los principales medios de comunicación y, así, son capaces de crear una imagen determinada del candidato en las mentes de los ciudadanos. Los debates son una de las pocas oportunidades que tienen los partidos políticos para hacer creer a los votantes que su candidato tiene las virtudes que ellos, los ciudadanos, buscan.

López lleva tiempo insistiendo en que representa la alternativa a Ibarretxe. Decirlo no le basta, necesita demostrarlo. El mensaje que mejor cala, el que más se recuerda, es el visual. Por eso, necesita un debate, necesita que los ciudadanos lo comparen directamente con el lehendakari. Necesita aprovecharse del desgaste político que arrastra Ibarretxe para golpearle donde más le duele: Patxi López necesita ganar por KO. Un empate, un debate que no deje nada en claro es una derrota para el socialista. López sabe que está ante una buena oportunidad para arrebatarle la lehendakaritza a Ibarretxe, pero aún se ve en segundo lugar. Necesita el golpe final. Al PSE-EE le interesa, y mucho, continuar con su discurso triunfalista y ya pocos recuerdan que fueron el partido más votado en Euskadi en las últimas elecciones generales. Necesitan un nuevo triunfo.

Para Ibarretxe, lo ideal sería que no hubiera debate, para que la percepción de su imagen no se viera sometida a posibles alteraciones; el candidato nacionalista va a no perder, a nadar y guardar la ropa. Pero si no debate es que se niega a dialogar: argumento fácil que tiene difícil respuesta. No le conviene un cara a cara: él tiene una gestión que defender y pocas posibilidades de atacar (atacar siempre es más fácil que defenderse). El debate a tres le sirve para plantear que López y Basagoiti son Redondo Terreros y Mayor Oreja y difuminar así la candidatura de su principal adversario. Y si en vez de a tres es a seis, mejor: López lo tendría muy complicado para destacar.

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¿Y conviene a los ciudadanos que se celebre un cara a cara? Si se hablaran de las soluciones concretas a los problemas de Euskadi, si se compararan las propuestas, si se debatieran los proyectos, quizá, porque ayudaría a sopesar los pros y los contras de cada candidato y elegir entre los dos principales programas. Pero los debates donde se buscan los golpes de efecto que encumbran la imagen de un candidato y hunden la del contrario no pasan del espectáculo, del puro entretenimiento. De “pan y circo” la ciudadanía va sobrada.